Título original: The Battle for Stalingrad
Autor: Andrew Blake
Enlace original: www.flamesofwar.com
Traducción: Marcos García (Kushtar)
La ciudad de Stalingrado se fundó hace más de 400 años en plena expansión del Imperio Ruso por todo el continente asiático. Cosacos curtidos reclamaron este pedazo de tierra para fundar un asentamiento fronterizo, en una unión perfecta de tierra y agua. Esta nueva ciudad se llamó Tsaritsyn.
En la segunda mitad del siglo XIX aumentó exponencialmente el desarrollo industrial y urbanístico de la ciudad, convirtiéndola en el centro comercial e industrial más importante del Bajo Volga. En 1925 Tsaritsyn fue rebautizada como Stalingrado.
La legendaria victoria del ejército soviético en Stalingrado marca el punto de inflexión de la Segunda Guerra Mundial para muchos historiadores. La batalla de Stalingrado duró 200 días, desde el 17 de julio de 1942 hasta el 2 de febrero de 1943.
El avance hacia el Volga
Durante el invierno de 1941 a 1942 el frente ruso se estabilizó. Se tomó la decisión de que los Grupos de Ejércitos Norte y Centro mantendrían sus posiciones, mientras que el Grupo de Ejércitos Sur avanzaría hacia el río Volga y los vitales campos petrolíferos del Cáucaso. Este plan recibió el nombre de Operación Azul y Hitler afirmó que sería el golpe que derrotaría por fin a los soviéticos.
También se llevó a cabo una reorganización de las fuerzas alemanas. Hitler apartó al mariscal de campo von Brauchitsch como comandante en jefe del ejército y asumió el mando él mismo, además de cambiar de puesto a buena parte de los mandos superiores e intermedios y dividir al Grupo de Ejércitos en dos secciones para la Operación Azul (Grupo A y Grupo B).
El Grupo de Ejércitos B (Heersgruppe B), que consistía en el 6º Ejército de Friedrich Paulus y el 4º Ejército Panzer del general Hermann Hoth, deberían atravesar el corredor que separaba los ríos Don y Volga, girar al noreste y capturar la ciudad de Stalingrado para cortar la circulación por el río Volga.
Esta fuerza operativa fue completada con tropas de los ejércitos aliados de Alemania, principalmente rumanos, italianos y húngaros.
El Grupo de Ejércitos A (Heersgruppe A), bajo el mando del mariscal de campo List y los mariscales de campo von Manstein y von Kleist al mando de sus respectivos grupos, se dispersaría por el Transcáucaso en dirección a Armavir, los campos petrolíferos de Maikop y el mar Caspio.
La Operación Azul se inició en julio de 1942 y se encontró con una encarnizada resistencia ya desde el principio. Aunque el Ejército Rojo aún no estaba a la altura para medirse a la Wehrmacht en igualdad de condiciones, una tenaz resistencia a ultranza en Voronezh consiguió retrasar la estricta planificación de tiempos alemana. El respiro ofrecido por la heroica defensa de la ciudad permitió al resto de las fuerzas rusas retirarse hacia el interior del vasto territorio soviético.
A pesar del retraso en Voronezh las fuerzas alemanas pudieron capturar varias bolsas de resistencia con miles de prisioneros rusos, sin dejar de avanzar por el sur de Rusia. La Operación Azul se repuso del tropezón inicial y marchaba tan bien que Hitler decidió que el 4º Ejército Panzer ya no era necesario para capturar Stalingrado. Dio las órdenes necesarias para apartarlo del avance hacia el Volga y que se uniera al asalto a los campos petrolíferos con el Grupo de Ejércitos A.
El 4º Ejército Panzer cruzó a través de las líneas de avance del 6º Ejército, y el subsiguiente atasco en las carreteras tardó varios días en solucionarse. Cuando se solventó este problema logístico, el 6º Ejército se quejó de que el 4º Panzer se había llevado consigo buena parte del combustible destinado a él. Los blindados que le quedaban a Paulus terminaron deteniéndose por falta de gasolina y su avance se frenó casi en seco durante cerca de dos semanas hasta resolver la situación.
A causa de este embrollo Hitler volvió a cambiar de idea y ordenó que el 4º Ejército Panzer volviese a unirse con el 6º Ejército. Estos continuos retrasos permitieron al general Andrei Yeremenko, comandante del Frente Sur soviético, crear un plan para contener a los ejércitos del Eje en la orilla occidental del Volga. Sus tropas aún estaban desmoralizadas por esta reciente derrota y una fuerza enemiga de casi 750.000 hombres se acercaba a lo que sería sin duda su última línea de defensa.
Por otro lado los comandantes alemanes empezaban a ver como un problema la falta de resistencia real a su empuje, así como el hecho de que su flanco izquierdo iba quedando cada vez más expuesto con cada milla que avanzaban. Los soviéticos desaparecieron en el horizonte, en su retirada hacia Stalingrado.
La batalla por la ciudad
El 6º Ejército de Paulus cruzó el Don y el 23 de agosto llegó a la orilla occidental del Volga, al norte de Stalingrado, donde se preparó para avanzar sobre sus arrabales.
La oposición del 62º y 64º Ejércitos soviéticos se endureció en el núcleo urbano, pero el 6º Ejército logró controlar sin oposición la zona rural entre los ríos Don y Volga, montó sus bases de abastecimiento aéreo y, el 2 de septiembre, estableció contacto con el 4º Ejército Panzer de Hoth.
A pesar de varios días de duros combates e incontables incursiones aéreas, los soviéticos bajo el mando del teniente-general Vassali Chuikov se aferraron con tenacidad a la destrozada ciudad. El Alto Mando alemán, preocupado por la eficacia de las fuerzas que supuestamente protegían el flanco izquierdo del 6º Ejército a lo largo del Don (italianos, húngaros y unidades de apoyo alemanas), aconsejó una retirada de Stalingrado para consolidar la línea del frente y evitar cualquier posibilidad de que el 6º Ejército de Paulus quedase rodeado por una ruptura del frente soviética. En lugar de ello, Hitler trasladó más unidades desde el debilitado frente del Don a la ciudad y dio orden al 6º Ejército de que la tomase sin demora.
Apoyados por los bombarderos de la Luftwaffe, soldados y tanques alemanes se lanzaron a un asalto total entre las calles en ruinas. Cada metro que avanzaban era peleado por los soviéticos en feroces combates casa por casa, entre los escombros que cubrían aceras, parques, sótanos y desagües. Una fúnebre determinación imbuyó a ambos bandos durante la sangrienta y duradera lucha por la ciudad.
La infantería llevó todo el peso de estos combates, ya que las montañas de escombro, los edificios en ruinas y las grandes fábricas no dejaban mucho espacio para maniobrar los blindados. Tras una semana de combates sin tregua los alemanes llegaron al centro de la ciudad. Unos pocos días después las tropas del 6º Ejército lograron tomar los polígonos industriales del norte, pero el 29 de septiembre una contraofensiva rusa los expulsó de allí.
Los alemanes se reagruparon, recibieron refuerzos y el 14 de octubre intentaron romper de nuevo las líneas soviéticas. Al principio los rusos se vieron superados en número y tuvieron que ceder terreno, pero durante las noches empezaron a cruzar refuerzos y material desde la otra orilla del Volga.
El 24 de octubre el 6º Ejército se encontraba en punto muerto en el norte de Stalingrado, sin haber logrado echar a sus tercos defensores. A estas alturas ya quedaba muy poco de la orgullosa ciudad que antaño había albergado a casi medio millón de habitantes.
Los alemanes sí habían logrado, no obstante, un objetivo: las comunicaciones soviéticas habían quedado interrumpidas desde el sur hacia el norte del país, ya que tanto el tráfico ferroviario como el fluvial estaban totalmente paralizados.
El contraataque soviético
La derrota en El Alamein y los desembarcos estadounidenses en Marruecos y Argelia amenazaban con coger a las fuerzas del Eje entre dos frentes. Este revés alemán le vino como caído del cielo al mariscal Georgi Zhukov, que se había estado preparando para una contraofensiva en el sur. Los soviéticos habían almacenado ingentes reservas de hombres y material, listas para ser lanzadas contra los alemanes en cuanto llegase el temido invierno ruso.
El 19 de noviembre un ataque en masa de los soviéticos (la Operación Urano) sorprendió y arrasó al 3er Ejército Rumano al noroeste de Stalingrado, dejando al descubierto todo el flanco izquierdo del 6º Ejército como habían temido algunos generales alemanes durante el verano. Apenas 24 horas después, a unos 160 kilómetros al sur, los rusos pusieron en fuga a un combinado de tropas alemanas y rumanas que protegían el otro flanco del 6º Ejército. Ambos cuerpos de ejército soviéticos se unieron al otro lado de Stalingrado a los cuatro días del ataque inicial. El general Paulus y su 6º Ejército, que aún contaba con unos 200.000 hombres en condición de luchar, quedaron aislados.
A la espera
El Alto Mando del ejército suplicó a Hitler que permitiese al 6º Ejército intentar romper el cerco hacia el oeste de inmediato, antes de que las líneas soviéticas pudiesen consolidarse alrededor de la ciudad. Pero el jefe de la Luftwaffe, Herman Goering, afirmó que sus aviones podrían abastecer a los alemanes con 500 toneladas de suministros al día. Hitler dio por buena esta promesa de mantener abierta una línea de abastecimiento para el 6º Ejército, y el 24 de noviembre ordenó a Paulus que se atrincherase en la ciudad y esperase refuerzos.
Tres días después el mariscal de campo Erich von Manstein recibió el mando del recién bautizado Grupo de Ejércitos Don, con la misión de liberar Stalingrado. Sin embargo, se le hizo saber muy claramente que no podía limitarse a abrir una brecha en las líneas rusas para evacuar al 6º Ejército, sino que debía levantar por completo el cerco y estabilizar la línea del frente en la ciudad.
Manstein se puso manos a la obra el 12 de diciembre y llegó a 48 kilómetros de Stalingrado el día 21 de ese mes. Sabiendo que los soviéticos se le echaban encima y que no podría mantener sus posiciones durante mucho tiempo, Manstein tomó por su cuenta y riesgo la decisión de decirle a Paulus que rompiese el asedio ruso y se uniese a sus tropas antes de que fuese demasiado tarde. Pero el disciplinado Paulus decidió que, en ausencia de una orden directa de Hitler para evacuar la ciudad, debía quedarse donde estaba.
El fin del 6º Ejército
La fuerza de auxilio se retiró finalmente ante el acoso soviético y comenzó la última fase de la batalla por Stalingrado para el condenado 6º Ejército.
Aplastado por el cerco cada vez más férreo de los rusos, con un abastecimiento inadecuado y sin ropa de invierno en temperaturas bajo cero (los lanzamientos diarios de provisiones prometidos por Goering demostraron ser una quimera), el menguante ejército de Paulus siguió luchando con una determinación cada vez más fúnebre. A finales de diciembre ya se habían comido a casi todos sus caballos. Paulus consiguió que uno de sus asesores personales saliese de Stalingrado en avión para ir a ver al Fuhrer con un informe de primera mano de la deplorable situación en la ciudad, pero éste le ordenó lacónicamente que mantuviesen sus posiciones.
El 8 de enero el teniente-general Konstantin Rokossovsky ofreció la rendición a Paulus, pero éste la rechazó. Dos días después los soviéticos empezaron un asalto total sobre las últimas posiciones del 6º Ejército.
A medida que los rusos acorralaban a sus agotadas y desmoralizadas tropas, Paulus contactó con Hitler y le dijo que la situación era desesperada. Tras la guerra Paulus contó que el Fuhrer le había contestado: "La capitulación es inaceptable. El 6º Ejército cumplirá con su deber histórico en Stalingrado hasta el último hombre".
El final fue rápido. El 25 de enero los soviéticos habían tomado el último aeródromo alemán, lo que evitaba cualquier reabastecimiento futuro y la evacuación de enfermos o heridos.
A través de la radio, que se había convertido en el único vínculo de los supervivientes con el mundo exterior, llegaron las noticias de que el 31 de enero Hitler tuvo el placer de ascender al coronel-general Paulus a mariscal de campo.
Ese mismo día el 6º Ejército emitió su última transmisión por radio, anunciando que el enemigo había llegado a las puertas de su puesto de mando. El recién nombrado mariscal de campo, agotado, se vio obligado a rendir lo que quedaba de su cuartel general al comandante Mikhail Shumilov, del 64º Ejército ruso.
Dos días después el XIer Cuerpo alemán, que había estado resistiendo en bolsas aisladas por todo el norte de la arrasada ciudad, también se rindió. Casi medio millón de hombres se enfrentaban a una dura cautividad en Siberia, de la que muchos no iban a regresar.
Hitler amenazó a Paulus con una corte marcial, pero finalmente el Fuhrer aceptó su responsabilidad en el sacrificio del 6º Ejército. Habían muerto casi 150.000 alemanes, tres veces más que las bajas admitidas por los rusos. Todos los cañones, vehículos y equipo del ejército de Paulus estaban en manos rusas y la Luftwaffe había perdido 500 aviones de transporte.
El ejército alemán, aunque no se podía considerar aún derrotado a principios de 1943, nunca se recobró por completo de la pérdida de un ejército entero ni del millón de bajas que llevaba acumuladas en el Frente Oriental y que tanto le pesaban.
Hitler había ampliado demasiado las fronteras alemanas ante el poderío combinado de los aliados, y los alemanes iban a pagar cara su estupidez.
En 1945 Stalingrado recibió el honorable título de "Ciudad heroica". Aunque la lucha librada en ella desde julio de 1942 a febrero de 1943 la había arrasado casi por completo, en 1975 ya había sido reconstruida en su totalidad.
En 1961 su nombre se cambió oficialmente por el de Volgogrado, pero desde febrero de 2013 (en el 60º aniversario de la rendición alemana) se estableció que su nombre cambiaría de forma oficial a Stalingrado durante seis días al año como recuerdo de esta batalla.
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