lunes, 4 de febrero de 2013

Campaña en Prospero: Necrones vs. Mil Hijos (I)

En el Club no es la primera vez que hablamos de la extraña situación que se da en el universo de Warhammer 40K, en la que tanto los Necrones como los Mil Hijos parecen tener una estética egipcia. En principio la cosa quedó ahí, pero Marcos comenzó a hacerse un ejército de Mil Hijos, mientras que Isra tenía ya uno de Necrones, y comenzaron a surgir las bromas sobre dirimir quien era el ejército más "egiptoso". En principio la idea era hacer un simple partida con la escenografía egipcia que hay en el local, pero decidimos que podíamos intentar darle a todo un poco de historia y hacer una mini-campaña entre los dos.

Como todo junto sería un tocho muy grande, hemos decidido dividirlo en cuatro artículos, que se irán publicando conforme las partidas se vayan disputando. El primero contará la historia de la campaña, intentando explicar el por qué de esta similitud, sin apartarnos de la historia de Warhammer 40.000, y nos mostrará el punto de vista necrón antes de comenzar la lucha. El segundo explicará las reglas que se han seguido en la primera partida, y tendrá un informe de batalla narrado desde el punto de vista de los Mil Hijos. El tercero lo mismo de la segunda partida, pero con el punto de vista necrón. Y en el cuarto serán los dos ejércitos quienes den sus puntos de vista (además de las reglas de la partida, claro).

Así que comencemos con la historia: 

Aunque Prospero sea principalmente conocido por ser el planeta natal de la legión de marines espaciales de los Mil Hijos, tiene una larga historia a sus espaldas antes de que esa legión fuera formada. Cuando en la gran diáspora de la humanidad los primeros habitantes humanos llegaron a ese lugar, se encontraron que mostraba claros signos de haber estado habitado, con pequeñas ciudades enteras muertas, pero donde los restos de lo que habían sido antiguamente aún se podían ver claramente. Las construcciones más impresionantes eran unas enormes pirámides que ocupaban los puntos centrales de las urbes, adornadas con multitud de jeroglíficos que ni con las mejores máquinas cognitivas pudieron ser traducidos. Los humanos no dudaron en utilizar lo que pudieron de estas ciudades para colonizar el planeta. De hecho, no se sabe si por algún tipo de homenaje, o por simple aprovechamiento, las ciudades que construyeron seguían los diseños que se habían encontrado originalmente. E incluso entre la nobleza, era habitual utilizar una vestimenta similar a la que vagamente se podía intuir que llevaban unas figuras humanoides representadas en algunos murales que adornaban algunas pirámides. Con el tiempo, hasta la escritura geroglífica fue adaptada y reutilizada para ciertos documentos. Finalmente, los habitantes fueron concentrándose en un solo lugar, que llegaría a ser la ciudad Tizca, mientras las antiguas urbes quedaban enterradas por la arena. Allí, los psíquicos y renegados proliferaban, por una parte, porque el planeta estaba bastante alejado de Terra y era un buen lugar para ocultarse, y por otra, porque la cantidad de psíquicos nacidos aquí era muy superior a lo habitual, nadie sabe por qué razón. Aquí fue donde llegó Magnus, que sería el primarca de los Mil Hijos, famosos por su manejo de los poderes psíquicos.

Pero en realidad este planeta había sido un lugar de investigación de la raza Necontyr millones de años antes de la expansión de la humanidad, cuando su imperio ocupaba mundos y mundos, antes incluso de la llegada de los C'tan. Por alguna razón el planeta rezumaba una energía psíquica propia, pero los Necrontyr eran una raza incapaz de canalizar tales poderes, al contrario que sus enemigos los Ancestrales. Novokh, uno de los más importantes líderes de la época, estaba convencido de que con la construcción de un aparato canalizador, esa energía podría ser utilizada por su raza, de manera que podrían conseguir su ansiada inmortalidad, o al menos les daría una ventaja importante en la guerra contra sus antiguos enemigos. Lo cierto, es que todas las construcciones del planeta son o bien lugares de investigación y descanso para los científicos Necrontyr que se quedaron en este lugar, o en el caso de las pirámides, estructuras que pretendían crear una gran red que canalizara la energía psíquica a un enorme aparato, conocido como el Crisol. Sin embargo parece que algo salió terriblemente mal, y los Necrontyr decidieron desmantelar todas sus instalaciones y huir del planeta dejando solo estructuras vacías tras de sí. Aún así, toda la red de canalización psíquica que partía de pirámide a pirámide permanece intacta. Ahora, la pirámide central donde se encontraba el Crisol, que estaba en un lugar aislado en medio del desierto, y que había permanecido enterrada durante millones de años, ha surgido de entre las arenas, emitiendo una señal al espacio.

Por una parte, el phaeron necrón Ahmose II, que desde hace mucho tiempo ha estado buscando la situación del planeta, mencionado en unos antiguos registros de una tumba necrona, ha detectado la señal y se dirige una fuerza hacia allí. Hay que mencionar, que los registros encontrados solo contenían información sobre las investigaciones que se realizaban allí, pero no mencionaban, ya no la causa de por qué se había abandonado el planeta, sino este hecho en sí mismo.

Por otra, una fuerza de los Mil Hijos al mando del príncipe demonio Akh'suun, que navegaba cerca del sector de su antiguo mundo, ha reconocido la fuente de la señal en el espacio, y se dirige hacia allí a investigar. Aunque ahora mismo tienen su hogar en el Planeta de los Hechiceros, en la Disformidad, donde los poderes Ruinosos enviaron la ciudad de Tizca, una señal de su antiguo mundo natal, que se supone debería estar totalmente desierto (hay que recordar que además de las adversas condiciones climatológicas, ha sufrido incluso un Exterminatus), no puede ser ignorada.

Ahmose II observó la pantalla de datos e hizo un gesto con la cabeza. Uno de los androides servidores se acercó y recogió el aparato para retirarse en silencio. Si su cuerpo metálico se lo permitiera, estaría sonriendo (bueno, realmente podría decirse que su cráneo cadavérico parecía tener una eterna sonrisa). Durante años había buscado la posición del planeta que sus antepasados habían conocido como Ramaala, y que en sus datos simplemente era 1001011001011 (puede no deciros nada, pero si se lee al revés es ¡¡¡1101001101001!!!). Y casi como si un ente superior hubiera actuado en su beneficio, una señal precedente de un planeta del sistema donde estaban navegando, había sido interceptada, y los datos que acaba de cotejar indicaban que claramente el código interno usado era el que pertenecía a su objetivo.
- ¿Qué posibilidades hay de que esto suceda? -se dijo a sí mismo en voz alta, con la fría indiferencia que concedía a todas sus palabras el metálico sintetizador de voz.
- Las posibilidades son de 1 entre 7.135.540.937.810 -contestó uno de los androides que había en la sala.
Estos antiguos servidores, que habían sido esclavos en los tiempos que aún eran seres de carne, cumplían perfectamente con la tares básicas de servidumbre, pero claramente no dominaban la esencia de las preguntas retóricas.
Ahmose introdujo unos datos en una consola ,se acercó a la puerta y con un gesto indicó que se ocuparan de todo en su ausencia. Caminó por los iluminados (y es que a alguien se le podía haber ocurrido cuando construyeron estos cuerpos, darles perfecta visión en la oscuridad, que un poco más y le conservan la miopía de cuando tenía un cuerpo de carne) pasillos metálicos de la enorme nave sepulcro que comandaba a su flota rumbo a su habitación. El traqueteo de sus pisadas sobre el suelo, metal contra metal, siempre le había puesto de los nervios, y si no llevaba unas zapatillas bien acolchadas era porque el sentido del ridículo sí que había sido transferido a su robótico cuerpo. Clonc, clonc, clonc, clonc, clonc... era una auténtica pesadilla, y del mismo modo que algunos seres seguían sintiendo sus miembros amputados, a él le entraba dolor de cabeza aún cuando eso era físicamente imposible.
Finalmente legó a sus aposentos. Podría decirse que eran los más grandes de la nave, pero teniendo en cuenta que sus tropas "dormían" en unos pequeños armarios, esto no era muy complicado. Aún así, todo lo que allí había parecía fuera de lugar en esta aséptica estructura. Todo era una réplica exacta de los aposentos que Ahmose II había tenido en su época "carnosa". Adornos de oro, jarrones pintados, jeroglíficos en las paredes, tapices... Al final del aposento, una enorme bañera desprendía una buena capa de humo. Ahmose se libró de sus atuendos, y se introdujo en este resquicio de placer en su insípida y larga vida. Por supuesto, el agua había sustituida por aceite, pero la sensación de calma y relajación seguí estando ahí.
- Gracias sean dadas al Hacedor -murmuró Ahmose mientras se recostaba.
Con una señal sonora, activó un comunicador.
- Que la flota se dirija inmediatamente  a las coordenadas que he enviado, pero no quiero que el resto de la corte sepa de nuestros movimientos, que los registros no consten.
- Roger, roger.
Si bien no tenía ya necesidad de dormir, no pudo evitar que se le cerraran los ojos y quedara ensimismado en sus pensamientos, mientras cantaba de manera inconsciente una cancioncilla.
- Mataré a los humanos, mataré. Mataré a los humanos, mataré. Mataré a los humanos, mataré a los humanos, mataré a los humanos, mataré.

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